Manuel Manquiña acercó sus «Relatos Negros» hasta el Centro Cultural Avenida de A Rúa, dando muestras de su profesionalidad como actor y en el arte de contar historias. Manquiña en estado puro con su teatro, también puro; con un lenguaje escénico elemental, ágil, básico para llegar hasta cada uno de los asistentes del nutrido público de la sala.

En solitario, con su voz, su cuerpo y su gestualidad fluyeron tres historias de tres mujeres marcadas por la musicalidad, la entonación más precisa a un ritmo rápido, con compás, como si hubiese sido pautado a golpe de metrónomo.
Sus relatos llevaron a los asistentes a agudizar los sentidos, la atención y concentración. El público no «pestañeó».

«Retratos Negros» deparó tres historias que parten de un hobby, la criminología; tres mujeres, tres asesinatos y las pulsiones internas de sus protagonistas que, por circunstancias esperadas e inesperadas, alentadas por situaciones de lo más cotidiano, las llevan a matar a sus seres queridos. Invitó a pensar y a la reflexión que quiera hacer el público: nada es lo que parece.

El actor, como él mismo dijo unas horas antes de actuar, mostró el Manquiña al que «no estamos acostumbrados» pero con la fuerza y talento propia que le caracteriza. Manquiña volvió a brillar.

Con Retratos Negros, el veterano actor gallego regresa al teatro, un género que —dice— tenía muy abandonado.

Manquiña también compartió con el público de A Rua que hoy recibe un premio a su larga trayectoria profesional en Vilagarcía de Arousa por sus casi 49 años en la profesión.

Antes de la función, se proyectaron sobre la pantalla ilustraciones alusivas las tres historias realizadas por una ilustradora muy especial, su hija.

Manquiña estuvo A Rúa, en estado puro.