Manuel Juan Francisco del Cristo de la Victoria Prieto Comesaña, tres nombres, dos apellidos y el día de su nacimiento. O lo que es lo mismo, Manuel Manquiña, representará «Relatos Negros» en A Rúa el próximo viernes, 1 de noviembre, a partir de las 19,30, en el Centro Cultural Avenida.
El popular actor inicia esta entrevista recordando que sólo estuvo una vez en A Rúa, hace ya muchos años, con la Compañía Troula. Y que al día siguiente de actuar en A Rúa recibirá en Vilagarcía de Arousa un premio a su larga trayectoria profesional —el próximo año cumple 49 años en la profesión—, concedido por los organizadores del Festival de Cortos de la localidad. Cuenta que relatará los momentos que tuvo, «que fueron muchos», pero que no dará la «lata» con grandes discursos.
Manquiña dice que la fama no ha alterado su forma de ser, que no aspira a llegar a ninguna meta sino a seguir su camino, que ama la música y su grupo casi por encima de su profesión, que le gusta cambiar de registro continuamente para no aburrirse y que cree que es mejor persona que actor.
Manquiña es Manquiña, un actor sencillo, próximo, cercano, «con los pies en la tierra» y muy afable. Huye de la palabra talento, que sustituye por virtud. Aún cuando el público se ha quedado con personajes como Pazos de «Airbag», que hizo célebre aquella frase de “el conce-to es el conce-to”, él guarda especial cariño a otros menos conocidos como Abellán, «un tipo lleno de granos y verrugas» que interpretaba en la TVG.
En «Relatos Negros», que acerca hasta A Rúa, hará «teatro puro», sin «masticar», elemental, con un Manquiña al que el espectador no está acostumbrado.
Relatos Negros se estrenó en Negreira hace unos días y la segunda actuacións es en A Rúa…
La gente puede pensar que va a ver a un monologuista pues actúo yo sólo, pero no es un monólogo de humor. Llevaba muchos haciendo monólogos y estaba saturado. Echaba de menos hacer teatro. Un día leyendo unos relatos de Roald Dahl y Ambrose Bierce, dije, ¡estas historias están muy bien! ¿Por qué me pongo yo a escribir cuando hay cosas maravillosas para contar y que mucha gente no conoce? Y de ahí nació Relatos Negros. Me inventé un personaje que tiene una afición, la criminología. Me centré —no porque esté de moda, que eso sí me gustaría resaltarlo— en el estudio de las personas que matan a un ser querido.
En «Relatos Negros» cuento tres historias, de una duración de unos 20 minutos cada uno a excepción de la tercera, de 12 minutos. Es una hora de espectáculo. ¿Por qué si un día es normal terminas matando a un ser querido?
Es una temática seria pero supongo que con tintes de humor negro
Sí. De hecho, en el estreno en Negreira se reía el público, sobre todo las mujeres. Los crímenes son cometidos por mujeres y responden a motivaciones muy cotidianas, la gente se reconoce en ellas. Por ejemplo, ese marido que «está tocando los huevos», que siempre está chinchando, que no le basta dominar ni ser dominante…
Realizas la adaptación de esos relatos…
Sí. Adapto los nombres e, incluso, invento diálogos. Es distinto leer que contar a un tercero. A mí lo que me llamó la atención es lo bien contadas que están las historias cuando las lees. Roald Dahl es el autor de Las Brujas, «Charlie y la fábrica del chocolate», Matilda etc. Tengo la colección entera. Yo lo que hago es transportar esas historias que ocurren, bien en Estados Unidos o en Inglaterra, a Galicia. Las focalizo en el siglo XX —años 60 y 70—por cuestiones estéticas, de forma y porque la sociedad de hoy no es igual.
Una de las tres historias podría ocurrir en cualquier parte de España, si bien tenía Vigo en la cabeza; y otra en Celanova. Si me preguntas porqué en Celanova, no sabría decirte. Creo que los textos, las palabras deben tener una musicalidad. El ritmo de las palabras fue lo que me enamoró de los relatos. Al hacer la adaptación, a la hora de contar y montar la estructura queda más próximo decir: «A tres kilómetros de Celanova…hay una bella casa que fue habitada…» Eso capta la atención e interés del espectador.
¿Cómo invitaría a los vecinos de Valdeorras a acudir el viernes a A Rúa?
Creo que van a ver un buen espectáculo teatral, sencillo. Es teatro puro y cuando digo puro no es para menospreciar otro tipo de teatro, sino que los esquemas que utilizo, que además tenía abandonados desde hace tiempo, son los elementos fundamentales del lenguaje teatral, en cuanto a simbolismo, en cuanto al hecho de ser un actor dirigiéndose directamente al espectador y al hecho fundamental del teatro, que es contar una historia. El que sea amante del teatro lo va a disfrutar porque es un fundamento teatral elemental, un actor contando tres historias distintas con un lenguaje escénico muy elemental.
En Relatos Negros aparece un Manquiña al que el espectador no está acostumbrado a ver, con un lenguaje nada «masticado»
Es un lenguaje personal. Soy aficionado a plataformas digitales y veo series e historias que tienen una narrativa donde no todo está masticado y a mí me gusta contar las cosas sin «masticarlas» completamente. Es cierto que hay público que necesita el producto «masticado», pero aquí en Relatos Negros es Manquiña, tal vez el Maquiña que el espectador no está acostumbrado a ver. Pero si el público quiere ver cómo le gusta ver y percibir las cosas a Manquiña; sin «masticarlas» del todo y el lenguaje que me gusta, obligando también a agudizar la inteligencia del espectador, en «Relatos Negros» lo va a ver. También hay una serie de dibujos que se pasarán, que ha hecho mi hija, que es ilustradora de mis historias. Son una media de nueve dibujos por cada una. Antes de la función, se proyectan sobre la pantalla y cuando salgo yo a escena, el espectador ya ha ojeado las historias.
El día 2 recibes el premio a tu larga trayectoria en Vilagarcía de Arousa. Cuando se pronuncia el nombre de Manquiña, el éxito está asegurado…
No daré la «chapa» con grandes discursos. Recordaré los momentos de mi carrera, que fueron muchos. Tuve algunos éxitos y no voy a decir muchos fracasos, pero sí «muchos no éxitos». Sin embargo, la gente, el público siempre me admitió, y admitió con mucha naturalidad mis limitaciones. Mis buenos momentos, de los que pueden responder los que hayan visto Airbag 10 veces, creo que pertenecen al espectador. Yo me nutro mucho de lo que fueron los tropiezos, caídas, errores, las rectificaciones y me dan mucha satisfacción. Porque fueron esos momentos los que me obligaron a tener los pies sobre la tierra y a no perder la cabeza en lo que soy. No soy más que un contador de historias.
Un contador de historias que ha llegado muy lejos en cine, teatro, televisión que resulta muy próximo, simpático, que despierta la risa, con el que se empatiza…
Creo que soy mejor persona que actor. Y la gente lo percibe. Como anécdota pongo la respuesta del dueño de un restaurante de A Coruña que a una persona interesada en mí le dijo: «Ya cuando venía por el restaurante él era así». Hay gente que me dice: «actúas como eres». Yo creo que interpreto pues he hecho de malo, he llorado, he reído… No soy artificial, pero yo no sé realmente cómo me ve la gente.
¿El talento lo llevas en la sangre?
La interpretación tiene mucho de natural, naces con ello. Es posible que tenga ciertas virtudes como actor que no las puede dar un profesor. Este te puede enseñar a proyectar la voz, la gestualidad…pero lo que no te va a dar ningún profesor es ese fuego primigenio que tú tienes que tener para salir con fuerza, seguridad y crecido en el escenario. Hay talentos con los que se nace.
Puedo decir que pertenezco a una familia que, aunque el actor sea yo, siempre tuvo talento artístico: tíos míos que saben pintar con mucha sensibilidad a la acuarela y otros saben cantar con gusto. Un hermano de mi padre era un gran contador de historias, mejor que yo, y sin embargo no era actor, era escaparatista-proyectista. Me fascinaba. Muchas veces he pensado que el talento viene de sangre, de la familia. El talento hay que desarrollarlo pero es innato. Si bien me da mucha grima emplear palabras como talento. Insisto, las virtudes pertenecen al que las recibe, al espectador, no al propio actor.
De todos los personajes que has interpretado, ¿con cuál te quedas?
Yo creo que he creado buenos personajes pero a lo mejor no están en la memoria de la mayoría. Todos recuerdan a Pazos de Airbag y alguno más. Pero yo he creado algunos tipos como Abellán, que llevaba unos granos y unas verrugas en la cara —se ríe—. Mi mujer siempre me decía: «Manqui ese personaje es asqueroso. Está muy bien para tí y para los actores, pero el público no lo quiere ver». Y en cambio yo lo disfruté mucho, puse mucho cariño a la creación de ese personaje. Tenemos que darnos el gustazo de hacer lo que queremos.
¿Cine, teatro o televisión?
Tengo que variar. Me cansaría hacer teatro constantemente, cine o televisión. Por eso varío y cambio tanto de disciplina, porque cada cierto tiempo necesito renovarme. Si no, me aburre. Hay que salir siempre con ilusión al escenario y no perderla nunca. No me gusta la comodidad. Hay que arriesgar, probar cosas, aunque te equivoques.
¿En qué estás centrado ahora?
En los monólogos y tengo la banda de música «Los fabulosos weekend», que funciona muy bien. De hecho, estuvimos actuando todo el fin de semana en Vigo y Ponteareas. Trabajamos mucho, como formato de grupo en salas y discotecas, también acompañando a monologuistas y hacemos eventos. Empezó como una afición y es un éxito.
La música te tira más que ser actor…
De los momentos de mi carrera que recuerdo con más cariño, a parte de las evidentes, son la gira que hice con Siniestro Total, «La historia del blues». La música forma parte de mi vida. Además, tuve un grupo en los años 80 que se llamaba Sporting de Transilvania. La satisfacción que sientes en el escenario cantando con una banda que funcione, no me la dio la interpretación de ningún papel en teatro, cine y televisión. Y sin embargo soy actor. No obstante, vuelvo a decir que lo que me gusta es cambiar siempre de disciplina, «migrar de rama y volver a la primavera siguiente» —se ríe—.
¿Has llegado donde querías?
Cuando fui nominado a los Goya como actor revelación por Airbag me dijo una persona: me alegro, te lo mereces. Y le pregunté: ¿por qué me lo merezco? Y respondió: porque te lo curraste muy duro y los principios son muy difíciles. Y yo pensé que no trabajé muy duro y que los principios fueron fantásticos, extraordinarios. Es decir, nunca vi esto como esfuerzo.
Lo pasé bien en cada momento con cada grupo, con cada compañía, con cada situación. Unos días con muchos kilómetros de carretera, lluvia y pensión mal y otros en hoteles de cuatro estrellas. Yo lo he pasado estupendamente. Es un camino que no tiene meta final. Siempre estás caminando y eso es lo bonito, no terminar. Que te levantes, venga una chispa a la cabeza, y tengas que darle salida. Se trata de seguir el impulso creador. También soy feliz podando y arreglando el jardín.
Es decir, que no has perdido tu personalidad propia y esencia, pese a la fama
Sigo siendo yo mismo, sin ninguna duda. Siempre va a pesar más el entorno personal y familiar que profesional