Valdeorras: Un destino de oro en Galicia

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Propuestas para perderse en una comarca vitivinícola con un patrimonio único, un gran «pulmón verde» y paisajes de vértigo

Valdeorras. Nombre con carácter, vibrante y sonoro que llama la atención del viajero; un topónimo que se atribuye a su pasado como pueblo de guigurris y calubrigenses aún cuando siga circulando el hermoso mito que la señala como valle del oro. Aquí, la huella de los romanos aflora en cada rincón.

Miliario romano hallado en Petín, en el Puente romano de A Cigarrosa

Valdeorras es un destino de oro en Galicia. Tierra aurífera, que los romanos perforaron siglos atrás para extraer de sus entrañas este metal precioso, que siguió saliendo a la luz de forma anecdótica en el transcurso de los tiempos hasta la construcción de las presas sobre en el río Sil, allá por los años 50 y 60, poniendo fin a la tarea de las llamadas «aureanas del Sil» —»oreanas», lavadoras o bateadoras»—, mujeres de Pumares (Carballeda) que complementaban su economía familiar con el oro arrastrado por el Sil. Se dice que la producción anual en el primer tercio del siglo XIX llegaba a los siete kilos. En la actualidad, hay quien todavía es capaz de hallar la preciada arenilla dorada «bateando» por pura afición.

Valdeorras es una tierra de oro líquido, el «godello». Es la cuna de esta variedad de uva, reconocida como una de las mejores del mundo, que da vida a vinos únicos; Tierra de oro negro, la pizarra, con un paisaje modelado por canteras (en el municipio de Carballeda) que dan paso a un incipiente turismo industrial, donde adentrarse en las labores propias de extracción, corte, labrado y selección ya es una experiencia turística posible, y tierra de «oro verde», naturaleza en estado puro con espacios de gran valor y riqueza paisajística y medioambiental, con bosques naturales únicos y una «joya» natural que la corona, Pena Trevinca, el pico más alto de Galicia.

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La comarca posee además un extenso y rico patrimonio (torres, fortalezas, castros, petroglifos e iglesias) y conforma un territorio atravesado por la ruta jacobea del Camino de Invierno y la Vía Nova (Vía XVIII) — la calzada romana que unía Braga con Astorga— cuyo legado está a la vista.

Valdeorras es un tesoro a descubrir en cualquier estación del año. Para admirarla y aspirar su autenticidad no basta con abrir los ojos, hay que emprender la aventura de explorarla. Estas son algunas de las alternativas para profundizar en su esencia:

Probar sus vinos: Enoturismo

Valdeorras ofrece la posibilidad de viajar a través de sus viñedos, vinos y bodegas. Es uno de sus grandes atractivos como gran productora de los vinos con alma y expresión propia, vino convertidos en arte; el arte del buen hacer mezclando tradición e innovación. Los más afamados son elaborados a base de «godello» (blanco) y «mencía» (tinto), típicos de la zona, sin desmerecer otras variedades que suman en sus singularidad.

Conocer la historia del alma de la cultura del vino y probarlo es posible en las 44 bodegas repartidas por la Denominación de Origen Valdeorras (O Bolo, Larouco, Petín, A Rúa, O Barco y Vilamartín), una alternativa que se puede disfrutar durante las cuatro estaciones del año, siendo el otoño una de las favoritas, cuando los viñedos dibujan un paisaje propio, en tonalidades ocre y rojo, maravillando a cuantos se acercan hasta la comarca. La fiesta por excelencia del vino Feira do Viño, en Viloira (O Barco), que este año cumple 25 años —el 1 de junio— y la BacoFesta de A Rúa, en agosto.

Visitar algunas de sus «covas»: Etnografía

La identidad vitivinícola de Valdeorras tiene su sello etnográfico distintivo, las «covas», cuevas excavadas en rocas, con temperatura constante durante todo el año, auténticas despensas del vino, que se conservan desde tiempos inmemoriales.

Valdeorras es el único lugar de Galicia donde existen estas peculiares cuevas del vino, con fiestas propias en torno a ellas, siendo las más representativas las de Seadur (Larouco) —el 30 de marzo— y Vilamartín —en agosto—. Otros municipios de Valdeorras como Petín, Rubiá, O Barco y A Rúa, también guardan este tipo de celebraciones y edificaciones, hoy en auge.

Adentrarse en su «pulmón verde»

Valdeorras es un «pulmón verde». Sus espacios naturales son, sin duda, uno de sus grandes recursos y atractivos. El Parque Natural Serra Enciña da Lastra, en Rubiá representa la fuerza en todo su esplendor de la naturaleza. Abarca más de 3.151 hectáreas y cuenta con distintos grados de protección (Red Natura 2000 y ZEPA).

Envuelto en una cadena montañosa de rocas calizas marmóreas, conformado por picos afilados y valles glaciares formados a lo largo de los siglos, dispone de impresionantes cuevas de origen kárstico (en los términos de Biobra y Covas), conocidas como «palas».

La «Serra Enciña da Lastra» destaca por su extraordinaria biodiversidad, con la mejor representación de la flora mediterránea en Galicia, extensos bosques de encina, además de olivos y alcornoques y una diversidad botánica con más de mil especies de flora. Aquí, como curiosidad, se han catalogado 22 especies de orquídeas.

Además, destacan sus casi 200 especies de vertebrados (reptiles, aves y mamíferos), algunos incluidos en el Catálago de especies amenazadas, la existencia de una de las colonias de murciélagos más ricas y el mayor número de especies nidificantes de Galicia. Visitar su Aula de la Naturaleza es indispensable para conocer el Parque, que dispone también de 10 rutas señalizadas con áreas de descanso y miradores para observación de avifauna.

Pena Trevinca y O Teixadal

Pena Trevinca y O Teixadal también forman parte del gran «pulmón verde» de Valdeorras. Pena Trevinca, el pico más alto de Galicia, con 2.127 metros es ideal para los amantes de la montaña con rutas donde es se respira naturaleza en estado puro. Rodada de las montañas que conforman el Macizo de Trevinca (Pena Negra y Pena Surbia) está incluida en la Red Natura 2000, adeás de ser zona de especial protección para las aves (ZEPA). Nada menos que 25.000 hectáreas entre la provincia de Ourense, León y Zamora. La mayor parte se encuentra en los municipios de Carballeda y A Veiga.

Cuenta con rutas de senderismo para los amantes de la montaña. Pena Trevinca es una experiencia inolvidable con paisaje único, en las que hay senderos que permiten observar lagunas glaciares.

O Teixadal, la joya natural enclavada en el municipio de Carballeda, está en las proximidades del macizo de Pena Trevinca (en Casaio). Es uno de los bosques de tejos más antiguos de Galicia y único en su especie en Europa. Cuenta con más de 400 ejemplares, muchos centenarios y alguno como más de mil años de antigüedad. Abarca dos hectáreas y está situado a una altitud de entre 1.000 y 1700 metros. También hay robles, acebos y avellanos.

Dejarse mecer y llevar por el río Sil

El río Sil también modela la belleza paisajística de Valdeorras. Abriéndose paso entre la vegetación y paseos, a través de amplios malecones en O Barco, A Rúa, Petín (en estas dos localidades además con el emblase de San Martiño) y Vilamartín y Sobradelo (Carballeda); Aún cuando hay algunas rutas para disfrutar del paisaje fluvial, también es posible improvisar paseos junto al cauce.

Admirar y conocer la historia de su extenso patrimonio

Valdeorras es una gran opción para disfrutar y admirar su patrimonio, buceando en su historia. En el municipio de O Bolo se encuentra el conjunto monumental arquitectónico más relevante, el Santuario das Ermidas, Bien de Interés Cultural, encajado en una ladera del bellísimo valle que cruza el río Bibei. Es una de las mejores obras del barroco gallego donde la Semana Santa ofrece singulares procesiones como la del Via Crucis (a través de sus 15 estaciones), el Viernes Santo, con varios pasos procesionales.

El castillo de medieval de O Bolo es otra de sus joyas, con una torre de casi 20 metros que ofrece extraordinarias vistas del entorno. En su interior se puede conocer la historia y vida en la edad media con elementos para la reconstrucción etnográfica.

También sobresale la villa de O Castro, (O Barco) que fue capital administrativa durante siglos. De la antigua fortaleza queda una torre con unas vistas extraordinarias de O Barco.

Recorrer algún tramo del Camino de Invierno y de la Vía Nova

El Camino de Invierno es una gran alternativa para conectar con la naturaleza y con uno mismo. Se puede recorrer alguno de sus bellos tramos, que discurren por los municipios de Carballeda, O Barco, Vilamartín y A Rúa. Es la ruta jacobea tranquila, sin masificación, en estado casi virgen.

Pasear por algún punto del trazado de la vía Nova (Vía XVIII) es otra buena apuesta. Después de cruzar el puente sobre el Bibei, bordea los Codos de Larouco y desciende hacía Petín cruzando el puente de A Cigarrosa. Atraviesa A Rúa, Vilamartín y O Barco y llega A Veiga de Cascallá (Rubiá), ascendiendo por la Serra da Lastra hasta cruzar hacia El Bierzo.

Visitar los castros de Larouco y Vilamartín

Los castros de Larouco, O Castrillón y Cabanelas, son dos de las joyas del municipio de Larouco que merece la pena visitar. También sus lagares rupestres.

El castro de Valencia do Sil es otro lugar de gran interés arqueológico que, recientemente, deparó el sorprendente hallazgo una semilla de uva del siglo IV, que atestigua los 17 siglos de vida de viticultura en Valdeorras.

Recorrer A Veiga, donde es posible «abrazar» las estrellas

A Veiga es uno de los municipios donde es posible abrazar las estrellas. «Destino Starlight», aquí es posible vivir el mundo de la astronomía con el Centro Astronómico Trevinca, situado en Valdín, con actividades y planetario. Se pueden contemplar las estrellas con los cielos más limpios y oscuros de la Península Ibérica. 

El embalse es otro de sus grandes atractivos, trazando playas idílicas, y hay rutas para vivir la naturaleza de forma muy especial como la de la Cántara da Moura, carga de leyendas y «magia». Es famosa su Casa das Pedriñas, próxima al embalse de Prada, un lugar éste, a su vez, único. La edificación fue realizada por el escultor y pintor Daniel Mancebo, conocido como el «Gaudí de A Veiga».

Perderse en los pueblos y dejarse envolver en su encanto

Cada pueblo en Valdeorras tiene su encanto. Muchos conservan su arquitectura rural pero todos y cada uno conservan su identidad, con el denominador común de la afabilidad de sus gentes.

Valdeorras, un destino de oro con mucho que ofrecer.