«Llevamos 8 siglos en el Monasterio Cisterciense de Ferreira de Pantón»

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Cinco monjas de clausura habitan este lugar, atienden a los visitantes y elaboran artesanalmente «dulces divinos», los más tradicionales sus almendrados

El Monasterio Cisterciense del Divino Salvador de Ferreira de Pantón (Lugo), en la Ribeira Sacra, es único en sus características en Galicia. Está a menos de una hora de Valdeorras.

Está habitado por una comunidad de monjas de clausura de la Orden del Císter. Son cinco religiosas, aunque en otro tiempo fueron muchas más.

«Llevamos 8 siglos en el Monasterio», dice Rosario, la religiosa encargada de recibir a los visitantes.

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Las monjas de la Abadía cisterciense de Ferreira de Pantón elaboran a mano, de forma artesanal, «dulces divinos»: almendrados, tarta de almendras, tejas, «golosas» (de mantequilla) y «coquiños» (bolitas de coco y almendra elaborados con miel recolectada por las monjas del monasterio).

Para su elaboración se emplea harina de almendra molida por las religiosas y el amasado es totalmente manual, algo que ayuda a mantener la textura y un sabor propio de esta repostería ancestral. Se pueden adquirir durante la visita al monasterio.

Esta tradición repostera se remonta siglos atrás. «Son dulces muy buenos. Hechos con mucho cariño, sin ningún tipo de maquinaria. Los más antiguos son los almendrados». La receta, en este último caso, se remonta al siglo XVIII si bien podría ser incluso anterior.

Siguiendo el principio de Ora et Labora, las monjas de clausura han centrado su vida en la oración y el trabajo. De este modo, conservó su vida religiosa hasta la actualidad.

Para conocer este «tesoro» del patrimonio monumental basta con pulsar el timbre del monasterio. Rosario atiende a los visitantes. Aún cuando estamos en tiempos de COVID, «no ha sido un mal verano», cuenta. Y es que prácticamente tiente visitas todos los días.

El Monasterio Cisterciense de Ferreira de Pantón, en su origen benedictino, se anexionó a la orden cisterciense a finales del siglo XII. Oficialmente este monumento tiene 825 años, si bien algunos historiadores afirman que ya existía allí vida monástica en la primera mitad del siglo X, concretamente en 924.

Conocido popularmente en la zona como «monasterio de las Madres Bernardas», se trata, además del único monasterio cisterciense femenino aún activo en Galicia, siendo una de una de las construcciones más interesantes del románico de la Ribeira Sacra Lucense.

El acceso al monasterio se realiza a través de una amplia portada decorada con un frontón triangular, una cruz arzobispal y el escudo de la orden.

Este conjunto arquitectónico fue levantado en varias etapas a lo largo de cinco siglos. La iglesia románica data del siglo XII.

Enel interior del monasterio se aprecia la belleza de su claustro, del siglo XVI, de estilo renacentista. En un lateral se encuentra el sepulcro de Doña Fronilde Fernández, dama que realizó la anexión del monasterio a la orden cisterciense en 1175.

En el interior de la iglesia románica, en el presbiterio, aparecen dos sepulcros de nobles caballeros de la familia López Lemos, del siglo XV.

En su muro norte también hay una escultura barroca de Cristo crucificado, en madera policromada.

También cuenta con una capilla y sacristía de posterior construcción.

En 1975 fue descubierta, tapiada en una de las ventanas de la iglesia, una imagen románica, realizada en madera policromada, que representa a la Virgen con su hijo.

También cuenta con dependencias barrocas. La fachada principal de gran monumentalidad se adosa a la iglesia formando ángulo recto con torre. A esta fachada se une una hospedería de amplia escalinata y balconada con balaustrada de piedra, en cuyo extremo se añadió la casa del capellán.

Importante es el conocido como espacio de las Donas, en la que las celdas de las religiosas se estructuraban en originales habitaciones, cada una con su chimenea.

El nombre Donas hace referencia a la señoras de origen noble que ingresaron en este monasterio en el siglo XVIII.

En cuanto a su hospedería, está situada en la primera planta y está destinada a albergue de personas que buscan un lugar para su descanso o estudio. De este modo, los huéspedes pueden participar en oraciones y trabajos de la vida monástica.

La historia dice que en el siglo XII la condesa Doña Fronilde Fernández, viuda del Conde de Monterroso, funda el monasterio de Ferreira de Pantón ingresando en él no como abadesa sino como una hermana más de la comunidad.

Siguiendo sus pasos tomaron votos numerosas señoras de la nobleza que renunciaron a todo por amor de Cristo (…»apresurándose a ceñir a sus virginales sienes las puras tocas de las esposas del señor«).

Tras su muerte, doña Fronilde fue inhumada en el claustro, en un sarcófago abierto en el muro del ala norte y sin inscripción alguna, circunstancia que mantuvo su ubicación desconocida durante años.

La distribución del monasterio corresponde al ideal de San Benito: «Debe establecerse de tal manera que tenga todas las cosas necesarias, esto es, agua, molino, horno, huerta y los diversos oficios se ejerzan dentro del recinto del monasterio, para que los monjes no tengan necesidad de andar por fuera, pues en modo alguno conviene a sus almas«.

Toda una joya monumental que merece la pena visitar.