Ferretería Arnaveca: ferreteros por tradición durante 30 años en A Rúa

Natalia y Fernando García Álvarez, de Ferretería Arnaveca
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Los hermanos Fernando y Natalia García Álvarez llevan las riendas de este establecimiento conocido popularmente como «Vilariño»

Ferretería Arnaveca de A Rúa atesora 30 años de actividad. Conocida popularmente como «Vilariño», es uno de los establecimientos emblemáticos de la localidad. Los hermanos Fernando y Natalia García Álvarez llevan sus riendas. Son ferreteros por tradición familiar. Todo comenzó mucho antes, en «Ferrallas Arnaveca».

Ambos forman la pareja perfecta para la atención de este gran escaparate desde el que, día tras día, derrochan simpatía, don de gentes y una atención muy especial a todos y cada uno de los clientes. Aquí, siempre se recibe con una gran sonrisa a los que cruzan la puerta del local, emplazado en calle Venezuela, bajo número 1—3. Y lo que igual de importante: ofrece una solución a cada cliente con atención personalizada. En Ferretería Arnaveca prima el consejo del buen ferretero.

En Ferretería Arnaveca, que algunos denominan cariñosamente el «Corte Inglés» de A Rúa, por disponer de todo, o casi todo, encontrar lo imposible es posible. Oferta un mundo de posibilidades y alternativas infinitas.

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Cuenta con herramientas, pintura, electricidad, fontanería, madera, jardín, aperos de huerta, menaje de hogar, herrajes, maquinaria, ropa y calzado de seguridad laboral, iluminación, tornillería, perfilería, pequeños electrodomésticos, bricolaje y un sinfín de artículos repartidos tanto en el establecimiento como en dos locales a modo de almacén.

Pero ¿cuál es su historia? Discurre vinculada a la familia que ha promovido este establecimiento en A Rúa.

Ferretería Arnaveca tiene su origen en «Ferrallas Arnaveca», el taller de hierro del padre de Fernando y Natalia, Fernando García Álvarez, persona conocida por Vilariño (apellido del abuelo de ambos) en el que trabajó casi 50 años, desde que era un niño —hoy ya está jubilado—. Todo empezó ahí.

La demanda por parte de los vecinos le llevó a la venta de productos de ferretería y construcción hasta que se quedó pequeño el taller de hierro, hace 30 años, y abrió Ferretería Arnaveca. Siempre estuvo en la misma ubicación, en la calle Venezuela.

«Teníamos el mismo almacén de hoy y después abrimos un establecimiento de regalos de boda ahora convertido en el lugar de exposición mesas y sillas de jardín», cuenta Natalia.

Emilia Álvarez Vázquez, la madre de Fernando y Natalia, fue la persona que en principio atendió el establecimiento. Empezó de cero, aprendiendo todos los entresijos del mundo de la ferretería, que son muchos. Después, llegó el relevo con sus hijos.

Natalia, que se crió jugando en la ferretería, cuenta una anécdota. «La primera vez que atendí a un cliente me pidieron unos tojinos, ¿tojinos?, miré a mi madre y ella enseguida ya me aclaró que eran unos tacos. Y así todo. Porque cada producto de la ferretería se puede llamar de mil maneras diferentes», argumenta. Y es que una ferretería tiene lenguaje propio.

Por su parte, Fernando García cuenta que en la ferretería siempre hay novedades, de modo que se actualizan productos constantemente. «Ni te imaginas lo que puede haber, hasta útiles para pelar gambas, tenedores para caracoles, deshuesador de cerezas y aceitunas… Y ni te cuento la diversidad de herramientas existentes», señala en alusión a la diversidad de artículos que se puede encontrar.

«Me encanta la ferretería, es un gran mundo», dice Fernando García. Considera que Ferretería Arnaveca es una forma de darle continuidad a la tradición familiar, al tiempo que desarrolla la profesión que le gusta. Recuerda que cuando tenía siete años ya «iba al taller de hierro de mi padre a ayudar. Esto me gusta, estoy muy contento».

La misma pasión siente su hermana Natalia. «Siempre la vivimos desde pequeños. A mí me encanta la atención al público. Cosas del destino, mi madre se jubiló. Siempre estuve vinculada, pero ahora mucho más», explica.

Llevan la ferretería dentro, una actividad que exige mucha relación con el cliente para aclarar sus dudas. «A veces damos solución a algo que no esperaban», añaden. Y esta es la vertiente que más le gusta, «poder ayudar», valora Natalia.

Precisamente, durante el confinamiento, Ferretería Arnaveca —que se implicó donando pantallas, mascarillas y fundas a diversos colectivos— permaneció abierta por tener productos considerados de primera necesidad, uno de ellos los abrelatas. Aún así, la curiosidad estuvo en que el producto estrella más vendido durante el estado de alarma fue la pintura, seguido de otros de menaje del hogar (los hules «arrasaron»). «Lo que antes no tenía demasiada salida llegó casi a agotarse», cuentan.

El proyecto de futuro de Ferretería Arnaveca es la continuidad: a por otros 30 años más.

(La palabra ferretería quiere decir “tienda de hierros”. Y en este caso se cumple al cien por cien el origen de Ferretería Arnaveca, que está en «Ferrallas». De hecho, su logo distintivo hace referencia a una viga con tres pompas que simbolizan las tres tiendas ramificadas que derivaron del negocio familiar: ferretería, fontanería y comunicación, estos dos últimos gestionados por otros dos hermanos de Fernando y Natalia).