Cristian Fidalgo: «El Circo de los Muchachos me hace feliz»

Cristian Fidalgo Vila
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Este joven de A Rúa forma parte de la Escuela de Benposta y del proyecto que persigue el renacimiento de aquél circo único que tuvo su propia «ciudad»

Cristian Fidalgo Vila, de A Rúa, forma parte del proyecto que busca el renacimiento del singular y único Circo de los Muchachos, aquél que alentó el Padre Silva en la década de los 60 al crear la primera escuela circense —en una «ciudad» con leyes propias— con una dimensión internacional sin precedentes que llevó el nombre de Benposta y Ourense por todo el Planeta.

Cristian Fidalgo tiene 25 años. Le gusta el mundo del circo desde que era un niño. Entró en la Escuela Internacional del Circo de Los Muchachos —reactivada el año pasado—, en octubre de 2020. Ha sido la mejor decisión de su vida. «Es un privilegio, un orgullo. Me hace feliz», expresa emocionado.

Su hogar es ahora el circo; su casa, una caravana en los mismos terrenos de Benposta que alojaron la Ciudad de los Muchachos y su gran familia, los integrantes de la Escuela Internacional del Circo, de la que forman parte el popular Tony Martínez, ligado al Circo de los Muchachos desde que tenía 7 años, y el equilibrista Mustafá Danguer, que ha sido uno de los precursores del resurgimiento de «Los Muchachos».

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Cristian Fidalgo ensalza el circo como sinónimo de valentía, sacrificio, constancia, riesgo y esfuerzo y talento. «Es una forma de vida, más libre, pero con mucho entrenamiento, trabajo y sacrificio», expresa.

Considera que el circo ayuda a ser mejor persona, a ejercitar valores como la solidaridad y confianza —ejes de cualquier «número»— y potencia la fortaleza para superar cualquier adversidad.

«Andar en un alambre, escupir fuego, subir al trapecio o cargar a varias personas sobre la mía no tiene trampa ni cartón, no tiene trucos, es fruto de un inmenso trabajo», cuenta.

Cristian con un número de fuego

No es la primera vez que apenas se puede levantar de la cama por agujetas o que recibe un mal golpe. «Hay que entrenar duro y estar muy bien preparado físicamente», subraya. La recompensa es la superación, avanzar en el «más difícil todavía», asombrar, divertir y entretener a otros, el público.

Cristián Fidalgo Vila nos acerca la vida del circo, un mundo con un lenguaje propio y universal. Pasen y vean…

Formas parte del nuevo Circo de los Muchachos, ¿cuándo diste el paso?

El primer contacto ya lo realicé en marzo del año pasado y, entonces, supe que me quería quedar. Trabajé unos meses para comprarme una caravana y en octubre me instalé en Benposta para entrar en la Escuela del Circo de los Muchachos.

¿Cómo se lo tomó tu familia?

Mis padres siempre me apoyaron. Al principio, lo llevaron mal por la incertidumbre, porque el mundo del circo es muy difícil, exige dedicación plena y te juegas la vida todos los días. Pero están encantados. No puedo estar tan cerca de ellos como me gustaría, pero vienen a visitarme o voy yo hasta A Rúa. Para mí el circo es algo muy especial, es lo que quiero hacer.

¿Qué artes circenses realizas?

Hago prácticamente de todo: alambre o funambulismo, malabares, monociclo etc. Ahora estamos preparando con Taconillo, uno de los mejores payasos del mundo, y con Tony Martínez, el director del circo, un número cómico con acrobacia denominado Excéntricos. Lo presentaremos próximamente como espectáculo.

¿Cuál es la especialidad que más te gusta?

Funambulismo (alambre) y cómico. Es muy divertido.

¿Qué prefieres asombrar o hacer reír?

Las dos cosas. El circo transmite un conjunto de emociones.

¿Es duro, hay que jugarse la vida?

Es duro. Pero es lo que me gusta. Te juegas el tipo pero es adrenalina, estás haciendo algo que no todo el mundo es capaz de hacer.

El cartel de las «Leyes de Ciudadanía» de Benposta sigue expuesto con sus 11 principios, ¿se tienen en cuenta?

Por su puesto. El la Escuela del Circo de Los Muchachos sigue conservando sus grandes valores como la fraternidad. «Somos hermanos», comemos todos juntos y compartimos el día a día. Lo primero que aprendí al llegar aquí fueron las troupes de arlequín y eso tiene su significado: Los fuertes en la base, los débiles arriba y el niño en la cumbre. Este es lema que se sigue aplicando. Hay hermandad y fraternidad.

¿Quién es tu referente?

Mis referentes están en mi entorno. Para mí son Tony Martínez, que es un «crack», hizo todos los números y hasta hizo ballet. También Mustafá Danger en el alambre. Henry Ayala también es muy bueno. Son grandes profesionales y es gente extraordinaria, auténtica.

¿Sigue existiendo el concepto peyorativo sobre el circo?

En España sigue estando mal visto. En Francia, en Estados Unidos y Latinoamérica, al contrario. En estos países los artistas del circo están en un pedestal y son tanto o más famosos que cantantes o actores. En otros países se apoya al circo, con terrenos específicos para la instalación de carpas. En España es ponerse donde puedas y si no hay un lugar, no hay función. Además, siempre hubo aquello de que se mira mal a la gente del circo.

Y sin embargo, el artista del circo es un genio del «más difícil todavía», ¿tienes miedo cuando subes a 6 metros sobre el alambre?

Los artistas del circo no hacen trucos. Detrás de lo que hacen hay un trabajo inmenso. Sientes miedo pero eso te hace permanecer alerta y atento. El miedo me ayuda mucho.

¿El nombre del fundador, el Padre Silva, sigue sonando en la escuela del circo?

Sí. Hizo algo que nunca antes nadie había hecho con la creación del circo, la escuela y la Ciudad de los Muchachos Su retrato en un cuadro preside la mesa en la que comemos. Está muy presente en nuestras vidas y conversaciones. Sigue siendo el padre del Circo de Los Muchachos. Todos sus valores están vivos.

¿Te sientes arropado por tu tierra A Rúa en esta aventura del circo?

Muchísimo. Siguen mi evolución a través de las redes sociales. Me piden fotos y vídeos. Me siento super apoyado por la gente de A Rúa. Incluso he contado con el consejo de una persona, Manolo Núñez, que vivió 12 años en la Ciudad de Los Muchachos. De hecho, me animó a tomar la decisión sabiendo que me iba a gustar. Estoy encantado.

Eres una de las personas que están intentando revitalizar el nuevo Circo de Los Muchachos, ¿qué hace falta para conseguirlo?

Sí. La primera vez que llegué éramos muy pocos, después llegaron más. Para llegar a ser circo de verdad sería necesario conseguir la carpa que hoy aún no disponemos. No es fácil pero lucharemos por ello. Ello no nos impide realizar espectáculos en otros circos o espacios.

¿Cuál es tu sueño y proyecto?

Primero aprender lo máximo que pueda. Hacer los números y funciones perfectos. Y después me gustaría que el Circo de Los Muchachos tuviésemos nuestra propia carpa. Por el momento somos una escuela. Pero la verdadera aspiración es volver a ser el Circo de Los Muchachos, con su carpa y todo. Queda pendiente ese apoyo que se precisa para seguir adelante. Me gustaría jubilarme en el circo.

¿Qué dirías al público para concluir esta entrevista?

Que reciban con honores a todos los circos y reconozcan el trabajo de sus profesionales, que realizan un trabajo tan digno como otro cualquiera. Que no vean a los integrantes de un circo como gente diferente, porque no lo es. Que no se discrimine. El esfuerzo que hay detrás de un circo es digno de elogiar.

(La historia: Fue a finales de la década de los 50 cuando se fundó en Ourense la Ciudad de los Muchachos como un proyecto educativo a iniciativa del padre Jesús Silva Méndez (Padre Silva) para jóvenes de distintas procedencias que agitó el Ourense de los años 60 y que culminaría con la creación de la primera escuela de circo de España, el Circo de los Muchachos, cuya fama traspasó fronteras. En los años 60, el Circo se instaló en la finca de Benposta, muy cerca de Seixalbo. Aquí se convirtió en una «ciudad» gestionada de forma directa por niños que llegó a tener ayuntamiento (con elecciones democráticas), un banco que emitía su propia moneda, supermercado, gasolinera y escuelas. La creación del circo los catapultó a la fama en el mundo entero. Ahora ha renacido la escuela con la idea de volver a poner en pie el Circo de Los Muchachos).