Víctor Manuel Fernández: un músico genuino con «sangre Burning»

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El ex bajista de la banda relata cómo evolucionó su carrera después de la época que estuvo en la banda: «me dejó huella, me marcó para siempre, éramos dioses»

Víctor Manuel Fernández Pombo forma parte de la historia musical de este país. Fue uno de los componentes de Burning, la mítica banda madrileña de La Elipa que sobrevivió a todos los tiempos, aquélla que inmortalizó el «Qué hace una chica como tú», «Mueve tus caderas» o «No es extraño que estés loca por mí».

Víctor Manuel Fernández vino al mundo en A Rúa un mes de agosto, fecha en la que sus padres, oriundos del municipio, veraneaban en la localidad. Sin embargo, la mayor parte de su vida discurrió en Madrid ya que su padre era militar en la base de Getafe. «A mí A Rúa me parecía y me parece un paraíso», dice ensalzando las virtudes de la tierra.

Estudió guitarra en el Conservatorio en Madrid y se especializó en Inglaterra, una formación de la que no presume y a la que resta importancia, pero que pesó en su carrera profesional.

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Conocido por Manolo Fernández por los seguidores de Burning y Víctor por los que le conocen en su etapa actual, Víctor Manuel es la «suma» de la experiencia vital, musical y profesional. «Si me llaman Manolo sé que es de Madrid, si me llaman Víctor es alguien de por aquí. Es lo bueno de tener dos nombres», bromea.

Tres años como bajista de la carismática banda (1980-1983) podrían parecer un tiempo efímero pero, al contrario, supuso vivir a fondo la época dorada de Burning y, paradójicamente, la más turbulenta, la ruptura que marcó el antes y después en la banda.

Víctor Manuel Fernández se enroló en Burning en 1980, fecha en el que estaba Pepe Risi a la guitarra; Toño Martín como cantante, Lito a la batería y Johnny Cifuentes en el teclado.

Entonces, compartía piso en Torrejón con otros artistas y gente de la «farándula», entre ella la popular Bibiana Fernández. En su edificio estaba el local de ensayo Burning, de modo que entablaron amistad. «El Madrid de entonces no era como del de ahora, era más pueblo, en el sentido de que nos conocíamos todos» , recuerda.

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La inesperada y repentina muerte en accidente de tráfico de un amigo con el que Víctor Manuel acababa de montar un grupo dio paso a la oportunidad de Burning. «A partir de ahí empezó todo», cuenta.

La banda le había echado el ojo por su alto nivel musical y formación. «Burning me vino a buscar. Toño me dijo que si quería unirme. Y a los dos días ya toqué con ellos en directo en Valencia, cuando el grupo vivía un momento potente», relata.

Grabó los discos “Bulevar” (1980) y “Atrapado en el amor” (1982) con un éxito rotundo. Hoy, son considerados discos de culto. «En Madrid éramos dioses. En directo sonaba de muerte. Los años que estuve yo fue bombazo tras bombazo». Además, es coautor de varios temas, entre ellos «Es especial, «Jugando con la noche» o «Hermano».

Víctor Manuel, o lo que es lo mismo, Manolo Fernández, vivió la vida al límite de la banda, que rebasó lo que entonces no era una frase hecha: sexo, drogas y rock and roll, todo ello elevado a la máxima expresión. Una experiencia que le marcó para siempre y que ha dejado una huella imborrable en su vida personal y profesional.

El comienzo de los años 80 eran momentos de transgresión, excesos, producción musical, transformación social y una forma de vivir de la que hoy apenas queda rastro. Para Manolo Fernández fue una etapa de incesantes conciertos, de besar el cielo del éxito, de estar en la cima, de aspirar la vida y la música en estado puro. Todo ello sin perder nunca el norte del concepto más serio de la música.

Como tantos artistas de los 80, Manolo tuvo un «tórrido romance» con la droga, en una época en la que el «caballo» «galopaba» irrefrenablemente en la calle, el ambiente musical y en medio de la Movida. «Era una época en la que antes de decir hola, ya estaba la raya hecha», valora. «Me enganché», confiesa. Pero, aún cuando lo llegaron a enterrar en vida, lo superó felizmente.

Tuvo «buen rollo» con Toño Martín, el inolvidable cantante del grupo, con el que protagonizó la marcha que desmembró al grupo, una quiebra que inyectó mayor leyenda a la banda. Ambos eran, en ese momento, el tándem más «salvaje» del grupo. Víctor Manuel guarda en su memoria incontables anécdotas cuyo relato, incluso, se le ha llegado a solicitar para la escritura de libros biográficos de la banda.

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Después de Burning, la vida, y su música, siguió. Trabajó como bajista en el plantel de músicos de Miguel Bosé y Ana Torroja, entre otros. «Era una especie de suplencias en las que era importante saber tocar bien pues había que aprender el repertorio en dos días», explica. También estuvo en orquestas de Galicia.

En la actualidad, además de impartir alguna que otra clase a través de redes sociales, tiene un dúo que realizaba pequeños conciertos en locales hasta antes de la llegada de la pandemia: Víctor y Lúa.

Con un sello propio, genuino y una vida que contar, por sus venas corre sangre Burning. Pero Víctor Manuel es, «más allá de Burning», el músico que lleva dentro, un guitarrista de excepción y nivel. La música forma una parte indisoluble de su persona. Por sus ojos verdes desfila eso que llaman «duende».

Nos acercamos a Víctor Manuel, músico genuino, de pura cepa.

«Burning fue una especie de academia de la vida»

¿Qué huella te dejó Burning?

Me marcó. Como diría Eric Clapton, la huella que me dejó fue estar la cima del mundo, tuve contacto con todo lo mejor y todo lo peor, tanto musicalmente como humanamente . Fue la época de mi vida donde tuve la oportunidad de conocer toda España, gente, músicos, personas muy interesantes de todos los sectores; una época de vivir la fama a tope, de firmar autógrafos, clubs de fans, televisión, de estar en contacto con sectores de lujo, poder, dinero, y también con lo peor de la sociedad, lo más cutre, lo más «fascista». Fue una especie de academia de la vida. Para mí fue una experiencia muy interesante, muy importante. Pero desde el punto de vista personal porque nunca pretendí aprovecharme de ella. También vi la parte negativa: el apego al dinero que crea la fama y al poder. Formar parte de Burning fue un orgullo y la posibilidad que tiene un músico de poder estar en la cima.

Burning años después, ahora, es para tí…

Es un referente de cuando en España se hacía rock and roll de verdad y las vivencias eran auténticas. Funcionó muy bien, era muy auténtico, había mucha energía en directo y sonaba de miedo. La gente se volvía loca. Marcó mucho. Jamás se habla mal de este grupo. Pero no me identifico con la banda actual. El “punto” de Burning acabó para mí con la disolución, en 1983.

¿Reniegas?

No reniego de Burning, sí de cómo acabó.  Reniego del sufrimiento innecesario que se le causó al cantante, Toño Martín (hoy fallecido). Fue horrible descubrir que el nuevo cantante era Johnny y, además, el propietario del grupo. Lo registró a su nombre.

Pero Toño Martín y tú os habías ido…

Es cierto que Toño y yo nos fuimos, pero nunca pensamos en para siempre.

¿Tú tema favorito de Burning?

«No es extraño que estés loca por mí», sobre todo porque me parece original desde el punto de vista musical. No es un rock and roll. Se ha alabado muchas veces el sonido del bajo y para mí es un orgullo. Se grabó sin mirar o copiar a nadie. Es algo inédito.

En esos años Burning no se movía con fines comerciales…

La música como negocio no era la filosofía de Burning, al menos al principio. Era vivir por la música. Recuerdo entrar en un local de ensayo a las tres de la tarde y salir a las cuatro de la madrugada. Todo salía de dentro. Si no era así, se descartaba. La casa de discos sugería de vez en cuando que intentásemos hacer un éxito comercial, otra «Chica» pero teníamos muy claro que así no funcionaría.

¿Cómo era la España de los 80?

Era una España muy «golfa». Con dinero se hacía todo. No era lo mismo ser un «yonki de pueblo» que un «yonki famoso». No era ni mejor ni peor que hoy. Todos los tiempos son tristes o alegres según se puedan «bailar».

Siempre que puedes vuelves hasta a A Rúa

Sí. Es una tierra hermosa.

Después de Burning no quisiste montar grupos ni ingresar en otros…

Viví en el País Vasco, me fui a Francia, viajé…No, no quise. Viví cuatro años tan intensos con Burning de sexo, drogas y rock and roll, a tope, que ¿después de esto, qué mas podía haber de lo mismo?

Como guitarrista, bajista y músico, ¿qué te parece la música de hoy en día?

Estamos en una sociedad digital, el sentido musical ha cambiado brutalmente. La música que sale ahora no tiene nada que ver con aquella. Es verdad que aquella era otra sociedad, más dura. Hoy hay grupos con ordenador. Con cuatro cachivaches grabas un disco. Nada que ver con entonces. Pero bueno, es el mundo nuevo digital.

Para finalizar, ¿algún sueño por cumplir?

Soy feliz. Seguir siéndolo.

(Víctor Manuel constituye algunas de las páginas del libro de la historia de Burning y, por tanto, de la historia musical de este país. Alguien le ha dicho que es un «tesoro de la música». Más allá de Burning , Víctor Manuel es él mismo, genio y figura… «Uno es lo que es», dice. Enemigo del ego, de la pose y popularidad, y con un sentido positivo y budista de la vida, Víctor Manuel es Víctor Manuel, un músico con alma).