
La injerta tradicional de la vid está prácticamente en vías de extinción. Hace ya mucho tiempo que se impuso la mecanización en la preparación de injertos como un método más ágil y menos laborioso. Sin embargo, algunos viticultores siguen realizando a mano los injertos, conservando intacto el proceso artesanal de sus ancestros.Es el caso de Jesús (Suso) Fernández , vecino de A Rúa, que invierte tiempo, paciencia, destreza e, incluso, arte para hacer injertos con sus manos, una tradición que heredó de su padre, Adolfo Fernández, que hace 50 años se dedicaba a este oficio. Suso Fernández lo hace por afición, amor a la tierra y para autoabastecer sus viñedos durante la replantación de los mismos pues ya está jubilado.

La injerta tradicional tiene tres fases. La primera comienza con la unión de las vides bravas con los patrones elegidos (mencía, godello, treixadura, torrontés o las variedades que se quieran). Suso Fernández maneja con pulso una navaja para hacer a la perfección un corte de precisión en las vides que permite la unión de la savia de ambas (patrón y brava); una unión que, a continuación, sella con delicadeza con sus dedos, atando con fuerza las vides con rafia. «Es la parte que más me gusta de todo el proceso», comenta.

La segunda fase consiste en la introducción de los injertos en la tierra, creando un vivero, donde permanecerán durante el tiempo de maduración de los injertos hasta llegar a la tercera fase, en la que se procede a la extracción de los injertos cavando la tierra. Después, se realiza la selección de los mejores para la replantación de los viñedos.
Relata que «es una tarea dura que ya nadie realiza», pero que mientras la salud se lo permita, no dejará de hacer injertos a mano. “Es una labor bonita que realizo por amor a la viticultura y por tradición. Antiguamente era un medio de vida, se hacían a mano miles de injertos.”

Expone que “exige mucho trabajo, es muy laborioso pero creo que de forma manual se obtienen muy buenos injertos pues influye el mimo y la dedicación con el que se realiza todo el proceso. Los hago como se hicieron toda la vida. No llevan parafina _que es lo que se le pone en los viveros- ”.
Dice que todo el proceso “hay que cuidarlo mucho durante toda la temporada y exige labores de mantenimiento como cualquier labor del campo”.

Este viticultor de A Rúa Vella argumenta que la injerta tradicional de la vid está a punto de desaparecer, «teniendo en cuenta la evolución de los tiempos», pero está orgulloso de conservar esa vieja sabiduría de los injertos que dará su propia «personalidad» o identidad a los viñedos.
