Félix García Yáñez es historiador, escritor y político de O Barco de Valdeorras (portavoz del grupo municipal de Riada Cidadá), además de miembro de la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica (que tiene sede en El Bierzo), colectivo que ayuda a numerosas familias a recuperar los restos de las cunetas y fosas comunes de guerrilleros antifranquistas y a conocer el destino que corrieron.
La Guerra Civil dejó una huella profunda en la familia de Félix García Yáñez, una de las incontables del país que vivió en primera persona y en su carne el horror, la desesperanza, rabia y angustia de tener a uno de sus miembros en paradero desconocido, en una fosa común durante largos años, concretamente el guerillero antifranquista Félix Yáñez Gónzález, cuyos restos fueron exhumados en 2010 en una fosa de Vilavella, aldea de Triacastela (Lugo).
El pasado mes de abril, aprovechando el Día de la República, los huesos del citado guerrillero recibieron, al fin, y después de 75 largos años, sepultura en el panteón de su familia, en O Barco. Sin embargo, el hecho de que todavía queden más de 100.000 personas enterradas en fosas y cunetas así como la falta de fondos para la recuperación de los restos se traduce, opina García Yáñez, en un impedimento para pasar la página de la historia y curar las heridas de la Guerra Civil.
¿Qué ha significado para usted enterrar a su tío después de tantos años e incertidumbre?
Significa, sobre todo, recuperar a un familiar que no estaba en un lugar respetable. No se puede tener a los muertos del franquismo, de la posguerra, en una cuneta. Creo que es lo mínimo que hay que hacer es darles sepultura.
¿Le ha emocionado que su tío recibiese una sepultura digna?
Para mí el propio día en que le dimos sepultura no supuso tanta emoción como cuando apareció. Lo encontraron en una fosa común en Triacastela en 2010. Yo oí contar muchas cosas a mi madre de su hermano pequeño desaparecido y como la familia ansiaba que apareciese.
¿Supone hacer justicia a los guerrilleros que lucharon contra el franquismo?
Sí, claro. De otro modo no se haría un acto público como se ha hizo en O Barco, porque su asesinato fue un acto político y su opción de vida también fue también una opción política.
¿Las heridas de la Guerra Civil aún sangran?
Sí. Las heridas aún sangran, sobre todo para las familias que todavía tienen a seres queridos enterrados en cunetas. Mientras no se recuperen los miles de cadáveres que hay en las cunetas, las heridas seguirán sangrando. Cuando se le da satisfacción a las familias se pasará es página de la Historia. Las familias de los guerrilleros antifranquistas aún viven; hay hijos y nietos que todavía no han recobrado los restos de sus seres queridos. Lo tienen presente, lo han vivido. Mientras no se le de una salida digna, no habrá paz.
Como político, escritor, historiador, ¿cree que está muerta la Ley de Memoria Histórica, qué se puede hacer…?
Soy miembro de la Asociación para la Memoria Histórica, la primera que empezó a recuperar cadáveres y que, después, se extendió por toda España. Creo que a nivel político hay que apoyar a estos colectivos y que, desde los Presupuestos Generales del Estado, es preciso que se dote a la Ley de Memoria Histórica de partidas. No puede haber una ley que suponga gasto sin dotación presupuestaria, eso es como lanzar un grito al aire y que nadie responda.
El guerrillero
Los restos de Félix Yáñez González aparecieron en una fosa común de Vilavella (Triacastela) junto los de otros dos hombres más, Pedro Voces Canóniga y Antonio Vega Guerrero. en el año 2010. Estos tres hombres fueron fusilados supuestamente el 12 de noviembre de 1943, después de ser sorprendidos en las cercanías de Vilavella, tras una confidencia recibida por parte de un antiguo colaborador de los guerrilleros antifranquistas. Según un informe de la época, fueron acribillados durante un tiroteo que duró casi una hora.
Félix Yáñez González nació en Bilbao en 1918, si bien tenía raíces en El Bierzo. Era hijo de emigrantes de las localidades leonesas de Cacabelos y Arganza. En su adolescencia falleció su madre y se fue a vivir con unos tíos para Arganza. Trabajó en las minas de carbón de Fabero. Cuando estalló la guerra civil huyó al monte (porque era un afiliado de UGT) y se hizo guerrillero.