Esta son algunas razones para descubrir una ruta jacobea que cada vez gana mayor popularidad
El Camino de Invierno fluye. Es la ruta que deja grabada Galicia en el corazón, la única que atraviesa las cuatro provincias gallegas, un trazado fascinante que destapa diferencias y singularidades en cada tramo, a cada paso. 262 kilómetros apasionantes, tal y como definen muchos de los peregrinos que caminan día a día por el Camino.
Con sus mochilas cargadas de la ilusión por conocer, vivir el Camino de Invierno y avanzar hacia Santiago de Compostela, los peregrinos se dejan llevar por una ruta que cada vez suscita mayor interés, tal y como se aprecia en las propias estadísticas. De enero de 2024 hasta ahora, la Oficina del Peregrino de Santiago recoge el paso de 2456 peregrinos, un 70 por ciento españoles y, el resto, extranjeros. La cifra es casi un 50 por ciento superior a la del año anterior, un dato que refleja el crecimiento de esta ruta jacobea.
Cada vez más personas quieren conocer la experiencia única de peregrinar en el Camino de Invierno, una ruta que gana popularidad.
Una de las principales razones que invitan a descubrir esta ruta, según el testimonio de un buen número de peregrinos consultados, es que no está masificada y que, además, conserva intacto el espíritu del Camino. Además, deja huella. El que hace el Camino, repite.
Un desafío
La mayoría de los peregrinos asumen el Camino de Invierno como un reto. Esta es una de las palabras más pronunciadas a la hora de valorar su experiencia peregrinando. Porque el Camino es amable, hospitalario, natural, único y atractivo pero también duro, exigente, un desafío que permite a los caminantes ponerse a prueba. Aquí, el límite lo traza cada caminante, que puede programarlo a su antojo con etapas y distancias que cada peregrino ejecuta a la medida de sus fuerzas.
Naturaleza y emociones
El Camino de Invierno permite desconectar del día a día, de las prisas, del mundo urbano y conectar al cien por cien con la naturaleza y otro «universo», un espacio en el que afloran las emociones a cada paso, donde reír y llorar se intercalan espontáneamente, una experiencia relatada en más de una ocasión por los peregrinos; donde se pone en práctica la calma; donde salen a flote el esfuerzo, la perseverancia y valores como compartir.
La soledad acompaña
En el Camino de Invierno la soledad acompaña. Es posible conectar con el silencio, observar como va serpenteando tu propia sombra; escuchar trinar a los pájaros; sentir y observar como fluye el agua del río Sil, que envuelve la belleza de cada instante para dejarla fluir; empaparse del paisaje, que pinta los colores de cada estación; contemplar viñedos, campos de olivares, higueras y nogales; observar trazos de pizarra, espacios verdes y un rico patrimonio; conectar con uno mismo y con los lugareños, cualidad esta última que ha sido ensalzada por una parte de los peregrinos que hacen la ruta.
No hay edad para peregrinar ni barreras
Peregrinar a Santiago no tiene edad. De los peregrinos que hacen el Camino de Invierno destaca un dato curioso, una parte rebasa los 60 años. Es una ruta elegida por personas con una edad, aún cuando sea una ruta exigente. Y ello es por la atracción que sucita vivir el Camino sin aglomeraciones. Además, hasta las personas con algún tipo de discapacidad tienen la opción de peregrinar con la ayuda de asociaciones para hacer viable su sueño.
Sin masificación
A diferencia de otras rutas jacobeas, el Camino de Invierno no está masificado, una cualidad alabada una y otra vez por la mayoría de los peregrinos. Además, cuenta con albergues y la infraestructura necesaria en los que la atención al peregrino es exquisita, coinciden en señalar muchos de los peregrinos que realizan la ruta.
Hospitalidad
La hospitalidad tradicional es una de las grandes señas de identidad del Camino de Invierno. Las personas que viven en el Camino, los albergues y alojamientos despliegan una atención personalizada, volcándose con cada caminante, reconocida una y otra vez por el testimonio de los propios peregrinos.
El otoño, un aliciente mágico
El Camino de Invierno se mueve en otoño, una de las estaciones más bellas para realizar el Camino por el estallido cromático en ocre que asoma en campos, viñedos y que hacen magia en la naturaleza. Es la época que se torna en un aliciente para peregrinar. Caminar sin el calor del verano hace más intensa la experiencia.

Lugares de interés
El Camino de Invierno cuenta con extraordinarios lugares de interés como Las Médulas (provincia de León) y la Ribeira Sacra (Ourense/Lugo), dos atractivos nombrados una y otra vez. Sin embargo, los peregrinos se sorprende a medida que hacen el Camino. Cada rincón pinta estampas para recordar en las que se asoman pueblos, puentes romanos y medievales, ríos, arquitectura popular y, en definitiva, aquello que guarda valiosamente cada territorio.
El río Sil ofrece maravillosas vistas en la ruta, donde se pueden contemplar puentes de interés histórico abriéndose paso en en buena parte del trazado del Camino de Invierno a su paso por Valdeorras.
El auténtico espíritu del Camino
En el Camino de Invierno se puede hallar el auténtico espíritu del Camino, que hay que vivir, aunque solo sea una vez en la vida porque el «Camino se hace al andar»… como dice el poeta Machado, y andando se llega a Santiago de Compostela, uno de los momentos más emocionantes para las personas que peregrinan.
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