La presidenta de Disvalia lleva 11 años luchando al frente del colectivo por la inclusión social y la eliminación de barreras arquitectónicas
Begoña Dacal Vales preside Disvalia (Persoas con discapacidade de Valdeorras asociadas) desde hace 11 años, momento de la fundación de este colectivo que trabaja en favor de la inclusión social de personas con discapacidad. Desde entonces, ha ido sacando a la luz carencias que han acabado en logros.
Luchadora, dinámica y siempre presente en cualquier tipo de reivindicación que suponga una mejora de la calidad de vida en O Barco, Begoña Dacal ha puesto rostro a la discapacidad. La ha visibilizado en todo su amplio espectro: desde las propias minusvalías a otras desencadenadas por enfermedades degenerativas.
Su «recompensa» personal es que «ahora hay mayor compromiso social con la discapacidad», dice satisfecha. En poco más de una década, Disvalia ha contribuido a la supresión de barreras arquitectónicas, aún cuando siempre quedan algunas por salvar. La «batalla» nunca se acaba.
Begoña Dacal lamenta el impacto de la pandemia, «duro para toda la población». Tal y como ocurre con otros ámbitos, los nuevos tiempos de COVID-19 han supuesto un freno a la actividad de Disvalia, que confía ser recuperará cuando todo pase. Eso sí, la asociación sigue tan viva como el primer día.
¿En estos 11 años hay mayor compromiso social en Valdeorras con las personas con discapacidad y la inclusión social?
Sí, por supuesto. La gente está mucho más comprometida ahora. Hay un cambio apreciable respecto al pasado. Poco a poco va habiendo mayor participación.
¿O Barco ha avanzado en la supresión de barreras arquitectónicas en O Barco?
Lo último en lo que hicimos hincapié fue en la adaptación de las piscinas municipales de O Barco. En todos estos años no ha sido posible el baño pues no tenía un mecanismo especial de «grúa» para el acceso al agua ni los baños estaban adaptados. Espero que en la reforma prevista para este año sean accesibles para personas con minusvalías. En cuanto a la movilidad, el Concello de O Barco ha hecho mucho. No obstante, siempre quedan algunas barreras arquitectónicas pendientes.
Disvalia tiene 21 socios…
Sí. Estoy muy contenta con el funcionamiento del colectivo. La aportación de los socios es simbólica, 10 euros al año. No obstante, ahora, con la situación de COVID-19 no nos queda más remedio que guardar distancias. Tenemos un grupo de whatssap, pero no es lo mismo que las asambleas presenciales de antes. La vida ha cambiado con la pandemia.
¿Cuál es el balance de estos 11 años como presidenta de Disvalia?
He luchado siempre. Me gusta esta tarea y el contacto con la gente. Hemos tenido importantes logros. Fruto de ello, se consiguió el servicio de Atendo de Renfe en O Barco, que ha sido un gran beneficio para las personas con discapacidad. Ahora podemos viajar. También tenemos eurotaxi en O Barco, servicio adaptado que nos permite desplazarnos a cualquier parte. Y la eliminación de importantes barreras. Estamos muy contentos.
¿Cómo ha afectado la pandemia y especialmente las restricciones?
Pues hemos tenido que suspender actividades fundamentales para la calidad de vida de personas discapacitadas como es el ejercicio de pilates, por ejemplo. Se han anulado cursos. Pero sí se ha mantenido la fisioterapia. La pandemia paralizó todo. Nos ha alterado el día a día. Confiamos en todo salga bien con las vacunas para volver algún día a la normalidad.
¿Cuál es la asignatura pendiente de Disvalia, que le gustaría conseguir para el colectivo?
Me encantaría implantar un servicio permanente de fisioterapia avanzada. Sería una «especie» de gimnasio para las personas que necesitan día a día ponerse de pie, trabajar los músculos, las articulaciones. Para ello, tendríamos que conseguir subvenciones de instituciones que colaborasen y apoyasen. Hay personas con minusvalías, pero también con enfermedades degenerativas que derivan en la discapacidad. Y sería un sueño tener ese servicio. Lógicamente, deseo que primero desaparezca la COVID-19.