Recuerdos de la pandemia, cinco años después

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Fueron tiempos de confinamiento, incertidumbre, en el que el mundo se detuvo

El 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) pronunció una palabra que cambió el rumbo de la humanidad: pandemia. El COVID-19 marcó tiempos de confinamientos, incertidumbre y cambio social. El 13 de marzo de 2025 se cumplen cinco años desde que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunciase una reunión extraordinaria del Consejo de Ministros, en la que se votó por unanimidad la declaración del Estado de Alarma en toda España. En principio, la medida estaría vigente durante 15 días, aunque finalmente se prolongó hasta el 21 de junio de ese mismo año.

Fue una época en la que convivimos con palabras que, hasta ese momento, eran desconocidas en nuestro argot, como “desescalada”, “teletrabajo” o “epidemiológica”. También comenzamos a ver y estudiar las curvas de contagios con sus picos. Algunos recordamos estos meses con tristeza pero también con cierto cariño, en el sentido de la experiencia vivida, la capacidad de adaptación, la oportunidad de replantearnos nuestra situación laboral y, por qué no decirlo, la posibilidad de reencontrarnos con amigos que, de no haber sido por la pandemia, no habrían estado ese verano en el pueblo.

Volviendo a las palabras de Sánchez Castejón, recuerdo ver aquel discurso mientras esperaba para cenar, en el salón de mi casa, pensando, en primer lugar, que esos 15 días en casa podrían servir como unas “vacaciones” que frenasen el alto ritmo de trabajo al que estaba acostumbrado.

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También recuerdo los días y semanas previas. Me acuerdo de estar en un bar de O Barco viendo cómo una expedición que había viajado a China regresaba bajo estrictas medidas sanitarias, un evento que, por cierto, fue emitido en directo por RTVE. También el regreso de los universitarios al hogar tras la suspensión de las clases y el cierre preventivo de los bares por decisión de sus propios dueños ante “lo que pudiese pasar”.

En los días previos al Estado de Alarma comenzó a “cundir el pánico” entre parte de la población. Recuerdo ir a los supermercados y ver que faltaban gran parte de los productos esenciales y, sí, también el papel higiénico, que era arrasado por muchos compradores. A día de hoy sigo sin entender el motivo de llevarse este producto. La escasez de levadura, huevos, harina, cerveza o refrescos, que ocurrió tiempo después, era comprensible, pero, ¿el papel higiénico?

Sea como fuere, el sábado 14 de marzo recuerdo estar en casa, en un confinamiento voluntario ante lo que pudiese pasar, mientras muchos valdeorreses disfrutaban de las últimas horas en libertad, como si de presos se tratasen, subiendo publicaciones desde espacios naturales.

El 15 de marzo comenzaron lo que iban a ser 15 días, pero que se convirtieron en prácticamente toda la primavera, de encierro en casa. Hacía sol aquel domingo, como en muchos de los días siguientes, en los que, a pesar de estar encerrados, la naturaleza nos recordaba que era primavera.

Quizás algunos recuerden las fotos de un ciervo por la Avenida del Bierzo en O Barco, porque la fauna, durante unos meses, recuperó lo que era suyo.

Volviendo al contexto general, recordemos que las restricciones impuestas durante los primeros meses de la pandemia fueron extremadamente rigurosas: solo se permitía salir de casa para adquirir alimentos, productos farmacéuticos o atender necesidades básicas.

Además, solo una persona por hogar podía desplazarse en coche, salvo en casos excepcionales debidamente justificados. Las escenas de colas interminables en los supermercados, la presencia de policías patrullando las calles y el silencio sepulcral que invadía plazas y avenidas parecían extraídas de una película distópica, algo inimaginable hasta entonces.

El mundo se detuvo

A día de hoy sigo pensando en todo lo vivido, un período en el que el país, y prácticamente el mundo entero, se detuvo por completo. Únicamente los servicios considerados esenciales, como el personal sanitario, las fuerzas de seguridad, los trabajadores de supermercados o los camioneros, mantuvieron su actividad. No había colegios, los trabajadores -que podíamos- teletrabajamos, cuanto más escribo más pienso “que locura”.

En España, la falta de personal sanitario y los recursos al límite pusieron a prueba la resistencia del sistema público de salud, que tuvo que hacer frente a una situación sin precedentes. Durante esos días, los aplausos que resonaban cada noche a las 20:00 horas desde los balcones se convirtieron en un emotivo símbolo de agradecimiento hacia los profesionales que luchaban incansablemente en primera línea.

Y, de pronto, recordamos que éramos humanos. Los vecinos se organizaron espontáneamente para ayudar a los más vulnerables, ya fuera haciendo la compra a personas mayores, yendo a las farmacias a por medicamentos o simplemente ofreciendo apoyo emocional a través de las redes a quienes lo necesitaban. Esta red de apoyo vecinal demostró la capacidad de la sociedad para unirse en momentos de adversidad.

También volvimos a la cultura, que en gran parte nos salvó aquellos días. Las grandes cadenas, plataformas y demás liberaron gran parte de su contenido para que lo pudiésemos disfrutar, y nuestros artistas locales hicieron las delicias de los vecinos con actuaciones en redes sociales, ya fuera con “directos” en distintas plataformas, subiendo vídeos a YouTube o incluso actuando desde los balcones para los afortunados que podían verlos.

Eran los días de escuchar al Sr. Jingles o al flautista de la Urbanización Las Palmeras de O Barco; cualquier sonido era un impulso de aire freso para recordar que saldríamos de aquello.

En los últimos coletazos de la primera ola, el confinamiento para los niños en España terminó el 26 de abril de 2020. A partir de esa fecha, los menores de 14 años pudieron salir a la calle bajo ciertas restricciones, como paseos de una hora diaria en un radio de un kilómetro desde su domicilio y siempre acompañados por un adulto.

En cuanto a la desescalada en Valdeorras, el proceso se llevó a cabo de manera progresiva y en línea con las directrices establecidas por las autoridades sanitarias. Primero, en los pueblos más pequeños se podía pasear libremente durante una hora, mientras que en O Barco se establecieron franjas horarias según las edades. Posteriormente, se aplicaron fases en las que se avanzaba o retrocedía en función de la situación epidemiológica.

Se dio la paradoja de que, durante unos días, en plena desescalada, podías ir al bar a tomarte una caña a las 16:00 horas, pero no a dar un paseo en ese mismo momento; aunque sí podías ir andando al bar. Personalmente, comencé haciendo deporte, pero al segundo día opté por la caña que llevaba más de dos meses esperando.

El 15 de junio de 2020, en Valdeorras entramos en la “nueva normalidad”. Después vendrían más olas, más contagios y otras experiencias, pero eso es otro cantar.

Recuerdos de una pandemia de película.