La vendimia se vive con intensidad en la comarca de Valdeorras. Esta labor tradicional, anclada en el sentir y modo de vida de buena parte de sus habitantes, llena de movimiento los pueblos durante estos días dibujando estampas sobre los viñedos que, aunque parezcan las mismas de la campaña anterior, son distintas pues cambian de matiz y tonalidad.
Y es que cada vendimia tiene su particularidad. Este año viene marcada por una climatología atípica: las lluvias de última hora afectaron negativamente a la uva, generando podredumbre, si bien no de la misma forma en todos los viñedos pues depende de factores tan diversos como puede ser el emplazamiento y el tipo de tratamientos.
La recogida de la uva dinamiza la economía pues es fuente de ingresos para familias y genera empleos de temporero que, en estos tiempos de crisis, son muy solicitados. De hecho, en esta ocasión, y siguiendo ya una tendencia marcada por el estancamiento de la economía, ha habido más demanda que oferta.
A nivel profesional, los bodegueros se implican con ilusión, la pasión que exige vivir de la cultura del vino y con la sensación dela buena gestación cumplida para asistir al nacimiento y creación del vino. Ejemplo de ello es Alán de Val, una moderna bodega enclavada en un paraje privilegiado de A Rúa (Pedrazais) desde la que se atisba todo el valle de A Rúa y que, movida por ese motor del espíritu de la renovación y profesionalidad constante, completa el círculo del vino al pie de la bodega: vendimia y viñedos propios, elaboración, producción y apuesta por el enoturismo.
Uno de sus propietarios, Joaquín Sánchez, señala que este año hay mucha cantidad de uvas y que está asegurada la calidad. Afirma que, si bien cada vendimia se traduce en una dura tarea, sin ésta no sería posible el resultado de un trabajo bien hecho que, en la actualidad, se traduce ya en 10 marcas de la bodega en el mercado. Ensalza la apuesta constante de Alán de Val para continuar creciendo y promocionando la Denominación de Origen de Valdeorras.
Está claro que la creación del vino entraña una plena dedicación y esa unión permanente del viticultor y bodeguero con la tierra. La vendimia es el mejor espejo para comprobarlo.