Loli Mendibil, peregrina de Bilbao, cuenta su experiencia en la ruta jacobea de Invierno a su paso por Valdeorras y El Bierzo
Camina sola y es su primera vez en el Camino de Invierno. En su mochila lleva otros caminos (el Francés, el del Norte, el Primitivo desde Oviedo y el portugués desde Oporto, entre otros), que recorre simplemente porque le gusta caminar acompasada de paisajes únicos.
Loli Mendibil, de Bilbao, forma parte de los peregrinos que ahora caminan con un retablo de fondo en negro, el que ha pintado los graves incendios que asolaron Valdeorras y El Bierzo. Aún así, «hacer el Camino merece la pena», expresa con entusiasmo.
«El Camino me enganchó desde el día que lo conocí. La primera vez que lo hice, que fue el Francés, llegué a casa flotando. Mi familia alucinaba. Conocí a mucha gente, hice muchas amistades», relata.
Aquella vez pensaba «que iba a aguantar cuatro etapas, pero hice 36 seguidas», recuerda con emoción. Eso sí, con la mochila grande, aclara, sin ir a la espalda, enviada por un medio de transporte de mochilas.
Loli Mindibil ha pasado algunos momentos difíciles, no por caminar en soledad, que le encanta, sino porque los incendios apenas han dejado vegetación y árboles donde cobijarse en estas horas de septiembre en las que el sol y el calor aprietan.
«Llegué agotada al alojamiento porque durante un buen trayecto no había refugio arbóreo para cobijarse del sol y del calor, pues los árboles ardieron, es una pena, sientes en algunos momentos cierto desánimo», detalla.
Además, comparte el dolor con las comarcas afectadas por los incendios. «Me puse a llorar en Las Médulas, después de hablar con gente de allí que ha sufrido los incendios. Es triste», señala.
Pasó la noche en A Rúa y camina ya rumbo hacia Santiago, emocionada de adentrarse en la aventura del Camino de Invierno. Como me gusta andar, ahí sigo», concluye.
El Camino de Invierno recupera la normalidad después de un mes de agosto duro de incendios.
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