La matanza tradicional del cerdo sobrevive en Valdeorras y Galicia. El augurio formulado en los últimos años sobre la desaparición de esta costumbre milenaria no se ha cumplido. Eso sí, hay muchas menos matanzas que en el pasado. Su evolución descendente ha ido marcada por la despoblación y envejecimiento del rural, además de la falta de relevo generacional.
El «puente de la Constitución» de diciembre marcó en Valdeorras el inicio de esta práctica ancestral, destinada al autoconsumo. Empezó con temperaturas poco favorables para la misma, ya que el frío es un ingrediente fundamental para el sacrificio y el comienzo del proceso para la curación de la carne. Y el frío brilla por su ausencia.
Sin las temperaturas gélidas necesarias, nos adentramos en un domicilio donde la tradición se cumple a «rajatabla», la casa de Benito González Nogueira, vecino de A Rúa donde año tras año se vive la matanza como una verdadera fiesta familiar. El proceso que ha seguido es el «de siempre», artesanal, casero y, sobre todo, muy laborioso, desde el momento del sacrificio del animal, pasando por el pelado, desangrado y la elaboración de todos los productos derivados como chorizos, zorza, jamones y androllas.
En esta ocasión, Benito González no ejecutó la cría del cerdo pues lo compra cebado, una tendencia cada vez mayor en Galicia que permite seguir manteniendo la tradición. El ejemplar de Benito pesó más de 200 kilos.
La matanza lleva consigo las comidas familiares, siendo todo un pretexto para el encuentro familiar, en las que el menú consiste en la prueba la «freba» (carne), zorza y las famosas «filloas de sangre» (sangre, harina y leche).»Es toda una fiesta», señalan los que siguen realizándola.
La exaltación de los productos derivados del cerdo tiene tal arraigo que ha dado vida a numerosas fiestas gastronómicas en Valdeorras y Galicia. Ahí está la Festa da Costrela de A Rúa Vella (será a finales de diciembre), del «Codillo» de A Rúa ,de la «Freba» de Petín (celebrada el pasado 5 de diciembre), del «Botelo» de O Barco y de la «Androlla» de Viana, entre otras muchas.
La historia de la matanza domiciliaria sigue su curso.
