Josefa Álvarez Quiroga: Una “niña de la guerra”

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    De Portela, hoy con 94 años, inmortalizará en un libro la persecución, tortura y odio que vivió ella y su familia durante la Guerra Civil por ser republicana

    Su ilusión es dejar constancia de un pasado amargo para que no vuelva a repetirse y mostrar un fragmento de la historia que no se aprende en manuales de texto

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    Josefa Álvarez Quiroga es una “niña de la guerra”, hoy con 94 años, natural de Portela (Vilamartín) pero que reside en O Barco desde hace ya 60 años.  Con una mente despierta, semblante cálido, ojos vivos, un  cuerpo sorprendentemente ágil y un amor incondicional por su familia, Josefa Álvarez lleva a sus espaldas la amarga experiencia de la Guerra Civil: la persecución y odio que sufrió ella y su familia por el hecho de  ser republicana. En su cabeza se agolpan recuerdos difíciles, vivencias del horror. Pero su valentía, pues ante todo es una mujer valiente y fuerte, le ha llevado a recoger, de su puño y letra, lo vivido para plasmarlo  en un libro (aún en fase de elaboración). Quiere inmortalizar sus memorias  con un único objetivo: mostrar un lado de la historia que no se aprende en manuales de texto. “El tiempo de la guerra fue muy duro. Creo que pocos saben de verdad lo que pasó. La Guerra Civil fue una salvajada, la guerra del odio. Con guerras no se soluciona nada”. Para recopilar su memoria cuenta con la inestimable ayuda de uno de sus cuatro hijos, Charo Álvarez.

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    Josefa fue, en primer lugar, una mujer trabajadora -tal vez clave de su longevidad, bromea- que trabajó día y noche sin descanso en su niñez y juventud.  Sus padres eran emigrantes retornados deBuenos Aires (Argentina) y fue en su tierra natal, Portela,  donde la azotaron los primeros compases de la guerra. Siendo una niña, con 14 años, recuerda el primer día que estalló la guerra, el 18 de julio de 1936. Aquél día no se puede borrar de la memoria, fue el día que más miedo pasó, al desatarse una violencia incontenida que le hace brotar las lágrimas. Ese día, cuenta,  “a mí no me mataron de milagro. Todos los hombres se escaparon al monte. Guardia civiles y falangistas tomaron Portela. De hecho, hubo un fuerte tiroteo desde Baxeles a Portela, todo un regimiento disparando a los que huían. Yo iba a avisar a mis padres y no me asesinaron de milagro”. Y ahí comenzó el río de sangre, el odio cruel, la división de vecinos y persecución que vivió su familia, un odio inconcebible para ella porque “nunca nos metimos con nadie y nos hicieron la vida imposible”.

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    Recuerda con tristeza que “mi hermano escapó al monte, junto a otro grupo del pueblo. Yo tenía que llevarle la comida. Siempre estábamos vigilados por los vecinos y teníamos continuos registros en casa. Un día iba a llevarles unas empanadas y me sorprendió un falangista, un vecino de Córgomo en la actualidad fallecido, que me puso la pistola al pecho. Me oriné del miedo y me llevaron detenida al calabozo”.

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    En otra ocasión, “nos raparon el pelo, a mi madre, a mi hermana y a mí, algo que era una humillación”. También recuerda con disgusto las palizas que sufrió su padre y la persecución a su hermano, huido al monte, que enfermó gravemente y se salvó gracias a los cuidados de mi madre”.

    Lo que recuerda con más dureza fue cuando “me enviaron a Lodosa (Navarra), desterrada, apartándome de mis padres, sin saber nada de ellos durante tres años. No podíamos comunicarnos con ellos pues estábamos muy vigilados”. De Lodosa partió a Logroño, San Sebastián e Irún.

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    El recuentro con su familia, al acabar la guerra, en 1939, fue lo mejor que pudo pasarle, si bien “desde que terminó la guerra seguimos sufriendo durante años el asedio”.

    También tuvo años de máxima felicidad con su marido (hoy es viuda), Sixto Álvarez, también de Portela, al que conoció cuando tenía 12 años casándose en 1943. Tuvo  cuatro hijos.

    Hoy es una mujer modelo cuyo dinamismo llama la atención pues a sus 94 años, edad que no aparenta, sigue portando la bandera de la inquietud,  la ilusión, la alegría y hasta va a clases de baile y pintura. Josefa Álvarez da una lección de entereza y de vida, pero resumir sus vivencias en un reportaje es imposible. Habrá que aguardar a la publicación del libro para desgranar y conocer su historia a fondo.

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